Diversos son los simbolismos adjudicados al delfín. En la tradición griega, los piratas que se embriagan tras haber atado a Dionisos al mástil de su nave caen al mar y son transformados en delfines. El delfín se convierte en símbolo de regeneración. Su imagen se podía ver junto al trípode de Apolo, en el santuario de Delfos. Es también símbolo de la adivinación, de la sabiduría y de la prudencia. Estas cualidades, junto a su alta velocidad de desplazamiento, lo convierten en señor de la navegación: también se le representa a menudo como Poseidón, con un tridente o un áncora.
Los delfines eran honrados como dioses en la Creta prehelénica. Apolo se encarna en un delfín, según el himno homérico, par abordar las costas de Crisa, que le abren la ruta de Delfos.
En el arte griego, el hombre se representa a menudo cabalgando sobre un delfín. Este animal sagrado desempeña, sin duda, un papel destacado en los ritos funerarios, donde aparece como psicopompo, o ser que tiene la propiedad de conducir las almas hacia los territorios de ultratumba. "Los cretenses creían que los muertos se retiran al fin del mundo en las islas de los Bienaventurados, y que unos delfines los transportan sobre su lomo hasta su morada de ultratumba" (Defradas). Plutarco nos describe el viaje de Arión transportado y escoltado por delfines, que lo salvan de la amenaza de los mariones que se aprestaban a matarlo. Arión se arroja al mar: "pero, antes de que su cuerpo se haya sumergido del todo, unos delfines se precipitan abajo y lo levantan, llenándolo primero de inquietud, de incertidumbre y de agitación. Pero la soltura... el gran número de ellos... el aire benévolo... la velocidad de los delfines... hacen que él experimente, según dice, no tanto el temor de morir y el deseo de vivir, como la ambición de verse salvado, para aparecer como un favorito de los dioses y recibir de ellos una gloria inalterable (Banquete de los Siete Sabios, 17-18). Este relato es rico en símbolos de diáfana interpretación: Arión pasa de este mundo agitado y violento al mundo de la salvación inmortal, gracias a la mediación de los delfines. Nada tiene de sorprendente que Cristo Salvador haya sido representado más tarde en la forma de un delfín. De un modo más psicológico y ético, el relato indica también el paso de la excitación y de los terrores imaginativos a la serenidad de la luz espiritual y la contemplación, por mediación de la bondad (la inmersión salvadora, la soltura, el aire benevolente de los delfines, etc.). Se perciben aquí las tres etapas de la evolución espiritual: predominancia de la emotividad y de la imaginación; intervención de la bondad, o del amor y del sacrificio; iluminación en la gloria de la paz interior.

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